Un cajón de sastre sin fondo, una batalla desde las trincheras

lunes, 27 de septiembre de 2010

Espectro contra Dios


Algunos todavía se plantean la existencia de algún Dios bonachón y misericordioso, de algún ente que desde su magnífica nube de sabiduría y templanza continua obsevando, paciente, puede que indiferente, aunque aquí abajo, en el barro, nos estemos matando a palos.

Yo hace tiempo que dejé a Dios en su altar y me arrimé más al hombre, al vecino. El enigma más indescifrable está en nosotros, aunque muchos se empeñen en elevarlo a las alturas. NOSOTROS, Todos. Cada uno de ellos. Nosotros hemos llegado a los extremos de las cosas, de las cosas a las que nosotros hemos puesto nombre. Somos atroces y amables, tediosos e indispensables, particulares y semejantes. Somos la Fe que mueve montañas, que cruza oceanos, que pisa la luna. Y también somos Hiroshima, somos miseria, somos el egoismo del Ego, del Nuestro, del de ellos. Somos y perecemos, y en el camino, elegimos. Siempre. Aunque duela, aunque nos queme. El dolor nos hace más nosotros.

Rodeado de otros yo, he caminado largo. Muchas veces a tientas. Y apenas logro descifrar la primera cerradura del infinito candado humano. Como el personaje de Kafka ante la ley, me siento pequeño, intimidado por la magnitud de mi empresa. Y como él, me siento a un banco a esperar un acontecimiento, el que sea, que de un poco de luz a estas tinieblas a las que me zambullo por no molestar. He caminado largo, pero aún me queda mucho trecho y mucho tute.
Hasta que me salgan Juanetes y se me agrie la vida, supongo, o me quede sin zapatos, seguiré empeñado en obcecarme y enajenarme, con la inherente espina de ser uno de ellos,de Nosotros, y sentir en la propia piel las marcas de toda una trayectoria.

Sin embargo, si resulta que me equivoco y Dios está leyendo este escrito, al azar o porque realmente le interesa mi opinión, me temo que seré condenado por pagano marrano e irreverente al infierno más malo. Porque si bien me reafirmo en mi tesis átea (con acento suena menos violento) de la existencia, no me queda más remedio que aceptar otra revelación, aún más tenebrosa. Los espectros existen. No lo creo, lo sé. Y lo sé porque yo he sido uno de ellos. Y no una vez, ni dos. NI siquiera tres. De hecho, me puedo contar más veces de espectro que amores en mi haber.

Hoy he sido un espectro la mayor parte del día. No me he vuelto invisible, aunque a veces lo pareciese. Bueno, en realidad, esa frase no es del todo cierta. Depende del punto de vista, en este caso, de los ojos que se cruzaban con los mios. Algunos me miraban con desinterés, otros con miedo, otros intentaban no hacerlo para evitar cualquier tipo de interacción. No he notado el desprecio en la mirada, lucky me, aunque si en las formas. Ha sido entonces, en plena debacle de ojos, pasos y tropiezos, me he reconocido como un espectro. Menos que ellos incluso, porque al final deciden a quien aparecerse, a quien dar canguelo en el caso de los feos.

Yo era la sombra del espectro, en tierra de nadie. Podía estar allí o no, podía estar en camisa o en calzoncillos, que nadie iba a reparar en la diferencia. No pintaba nada, no sabía adonde ir. En el pleno ejercicio de la libertad individual, uno es capaz de desinflarse con el estruendo ridículo de un globo.

Es entonces cuando uno siente compasión por los espectros. La sensación de poder desvancerse como el viento, porque no se está, porque te diluyes en los ojos de los que son como tú, es brutalmente triste. Lo peor llega cuando este sentimiento, que nace de dentro y se escapa hacia fuera, se reproduce entre aquellos que otrora fueron grandes baluartes en la vida de uno, oportunos refugios, locura sana y necesaria. Amigos al fin, ese vocablo de uso generalizado, aunque el concepto admita fisuras y desgaste en el uso, o mejor dicho, en el abuso.

"Si ahora no estuviera aquí, no cambiaría nada." Como aquella vez, en un barco velero, disfrazado con zapatos y uniforme, de protocolo en protocolo, o aquella otra vez, no hace mucho, cerca de un lago, mientras reinabas en las escaleras del saber patrio, a ritmo de espada y música. ¿Porque estaba allí fisicamente, si mi mente estaba clavada en otro escenario, lejos del que pisaban mis pies? Yo no sé la respuesta, posiblemente no la haya. Forma parte de mi ser y de mi experiencia vital. Lo que si sé es que no me gusta ser un espectro, soy de carne y pelo hasta que los gusanos o el fuego me deje en las raspas. Y doy gracias a quien corresponda, porque es lo mejor que me ha pasado hasta ahora.

Ser. Sentir .

jueves, 23 de septiembre de 2010

De Hernández a Galeano, pasando a través de mí


_:

Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,

donde yo no me hallo,
no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Pena con pena y pena desayuno,
pena es mi paz y pena mi batalla,

perro que ni me deja ni se calla,

siempre a su dueño fiel, pero importuno...


Umbrío por la pena


Sueñan

las pulgas con comprarse un perro y sueñan

los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones, sino supersticiones.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

Los Nadies

lunes, 12 de abril de 2010

La retina del paladar


Me asomo a la ventana o al balcón fabuloso de la casa en la que habito, y no veo nada. La gente camina por la calle. Hacen ruido, puedo oir sus pasos. Algunos sólo pasean, otros corren y gritan, y otros se afanan en no ceder a la ley de la gravedad debido al exceso de alcohol. Pero yo no veo nada de eso. ¿Donde me he dejado los ojos? ¿Están empañados, o simplemente disminuidos ante mi falta de buen juicio, y han decidido dejar de alumbrarme? Puede ser, ahora mismo no descarto nada. Quizás me he vuelto lo que siempre he temido: Alquien que vive sin escuchar, que además está por encima de sus posibilidades. No cuesta nada prestar atención a lo importante, como apenas es una dificultad distraerse con lo más nimio. Al menos para mí, el sumo pontifice de ese arte convertido en epidemia que es la distracción. ¿En que momento dejé a un lado de pensar en los demás para preocuparme sólo por mí? en el momento en el que descubrí que sólo hay una vida, quizás, Y que, quizás, merezca la pena ser vivida. Pero no por los lugares ni los pequeños placeres ni siquiera la cultura. Por las personas, los artífices del elenco de sentimientos que alguien puede sentir. Afortunadamente aún no tenemos ningún chip en la cabeza, y nos dejan decidir por nosotros mismos (dentro de lo que hay, y sin salirse mucho del tiesto), y lo que es más importante, nos dejan rodearnos de quien queremos, de quien nos aporta algo más que una conversación, unas risas fingidas o una discusión filosófica. Nos aportan voluntad, y nos regalan la motivación de seguir creciendo, aprendiendo de todos ellos. Y lo que es especialmente importante: Nos dan energia, su energía, y nosotros aún podemos decidir si somos receptivos y la tomamos como otra fuente de salud.
Ahora es cuando me pregunto porqué me he dejado de lado a mí mismo, y porque me he engañado tanto. El hombre por fin se liberó de una pesada carga a principios del siglo pasado. Por fin, se había erradicado la esclavitud. Todo hombre y mujer tienen derecho a ser libre, a no ser manejados por otra persona, a decidir el futuro de sus vidas.
Y ahora, no hemos vuelto a esa esclavitud? Un poco más sutil y menos violenta, todo sea dicho. Pero no es esclavitud sentir la soledad en tus propias carnes? la sociedad te insta, y te vende mediante la propaganda que tú eres el dueño de ti mismo, y de tus emociones, y qué si quieres, puedes tener todo lo que deseas. Sólo hace falta atreverse a fracasar, atreverse a ser dueño de uno mismo. Todo lo demás, con esfuerzo y con tesón, vendra sólo. Y toda esta marabunta de redes sociales, de televisión multifuncional, de internet, de telefonía, al fin, de aparatos creados por el hombre se disfraza de compañía, se hace llamar compañía. Lo peor es que no sólo nos los creemos, sino que le damos la razón. Y no hay más cinismo en estas letras que en todo lo mencionado, ya que cada palabra que escribo está abierta, por así decirlo, al abismo comunicativo en el que estamos inmersos.
Hoy me he dado cuenta de una cosa. Mejor dicho, me has hecho ver algo que antes no consideraba. La soledad puede llegar en cualquier momento, y aferrarse a la piel como la tinta al papel. No pregunta, no llama antes de tocar a tu puerta. Probablemente, un buen día la notas cerca de ti. Y al día siguiente, esa sombra sin reflejo se hace más y más grande, hasta que se instaura en el día a día, en el tazón del desayuno o en el mismo autobús plagado de gente. Es tan poderosa que a veces se la presiente reflejada en los ojos que se cruzan con los tuyos, o en las hojas del abedul cuando llega el Otoño. Es lo malo de esta urraca sin compasión. Provoca tanto con un simple "estoy aquí", que parece que no hay nada de lo que no se pueda adueñar.
Es mentira. La soledad es muy destructiva, nadie lo niega. Pero también puede ser un bálsamo, sobre el que valorar los díficiles recovecos por los que transitamos. Es necesario saber estar solo, decimos, cruzando los dedos para que no se nos note la ansiedad de pensar que eso le puede tocar a uno. Que pena, que huyamos de la soledad y no podamos enfrentarnos a ella y gritar, lo más alto que uno alcance, que no vas a poder conmigo, que yo soy más que tú, que la soledad sólo es una idea, no un sentimiento. Y seguir adelante, a la espera de la próxima caricia, verbal o no, real o imaginaria, simbólica o material, que nos permita creer en nosotros, que nos otorgue la distinción de héroes de nuestras pequeñas cosas, para que en el humilde teatro que con tanto esfuerzo hemos levantado nunca se baje el telón, ni se apaguen las luces y que los aplausos se escuchen hasta en la retina del paladar, de aquí a Madrid, y de Madrid al cielo.

lunes, 1 de marzo de 2010

mientras cuecen las batatas

No, el título no hace alusión a ninguna metáfora original de la vida, del amor o de los díficiles e intensas contradicciones de los seres humanos. Hoy mi creatividad ha sido mermada por mi poco talento culinario, y más aún, por mi poca idea de manejarme en los supermercados (quiero pensar que sólo en los húngaros). Sin embargo, no es poca la lección que voy a aprender en el día de hoy. Quizá mañana mi estómago pesará más que mi voluntad, pero de eso ya me ocuparé a su debido tiempo.
Pues si, amigos de lo ameno, he aquí un hombre frente a un dilema. ¿Qué hacer cuando quieres preparar un suculento y sano puré de calabacín, al que vas a añadir una patata porque siempre creiste en el multiculturalismo, y de repente descubres, al quitarle la piel, que el tubérculo tiene un color más bien anaranjado y a no ser que proceda de Chernovil, no tiene pinta de ser una patata ni siquiera por afortunada equivocación?
Lo primero y más importante es abrir la despensa. Conviene cerciorarse que las otras falsas patatas hacen honor a su nombre. Bien, ahora hay 3 batatas en tu repisa, riéndonse en silencio de tu ignorancia, retándo a tu inteligencia. Y piensas. ¿Por qué no seré abuela?Ahora me estaría riendo yo de ellas. Pero no, no eres abuela, ni siquiera una madre novata, eres un simple (muy acertado el adjetivo) estudiante eramus que al parecer quemaste muchas neuronas durante el fin de semana. Y has caído en la facilidad y el gag de confundir una patata y una batata, que para más inri, no sólo se parecen, además se llaman casi igual. Pero, ¿Qué oscura maldad habitaba en el ser que ideó la etiqueta de esta burla de alimentos? ¿Por qué una empieza con P y otra B? Es más fácil si eres francés, porque la patata sería una "pomme de terre". El error es más infrecuente, seguro.
Pero el show must go on. Y ahora qué? Me pregunto, qué hago con mi calabacín cortadito, sanísimo, y mi puerro y el agua a punto de hervir? Sí, podría no echar la Batata (con mayúsculas, como la coyuntura), pero entonces caería en la tentación de desaprovechar la oportunidad que me ha brindado el desconcierto de experimentar eso que llaman "novuelle cousine". Miro de nuevo al objeto. Ya no rie, pero sigue naranja. "Qué demonios!" proclamo de repente, eufórico, sin reparar en la presencia de mi compañera finlandesa de piso, mirándome con ojos de "mi no entender porque tu gritar a falsa patata ", "Voy a cocinar esa batata,voy a poder con ella,la voy a machacar! Vamos, que la voy a hacer puré." Y en esas estamos, esperando a que se ablanden y permitan que se les meta mano.
Un tiempo después, indeterminado, el resultado es una masa uniforme, a simple vista dificil de tragar y más aún de digerir, especialmente cuando mi otra compañera de piso ha llegado, ha saludado, y en cuestión de minutos, un tiempo más que breve, ya tenía cocinado su plato de pasta con gorgonzola, mientras que yo seguía (de)batiendo con ahinco conmigo mismo y también con la batata. Con gentileza me ha ofrecido, y mientras saboreaba su rapido invento, me ha parecido que mi batata multicultural me miraba triste, por descubrir que su final era inminente.
Y esa precisamente ha sido la lección. Apechugar, en una palabra, con lo que venga, y enfrentarse a los problemas cuya solución es uno mismo, y para uno mismo son creados. Posiblemente la batata sea lo de menos.

viernes, 26 de febrero de 2010

El síndrome erasmus

Una de las peores infecciones que existen en la actualidad es el síndrome erasmus. No sólo es difícil de diagnosticar, ya que se puede solapar con otras afecciones más corrientes de esta, nuestra civilización incivilizada, sino que no existe una cura aparente ni un remedio efectivo (ni siquiera el ya elevado a semidios de la medicina moderna, el tamiflú).
Pero, ¿Cuales son los síntomas de este peligroso modus operandi? Hay varios, y ninguno es más importante que otro. Por separados pueden ser insignificantes, imperceptibles, pero cuando se combinan, el engendro resultante puede ser fatal (para los que están alrededor especialmente).
El más evidente se conoce como "falsa sensación de realidad". No es una alucinación, tampoco el principio de una esquizofrenia. Simplemente consiste en creerse lo que se ve, lo que se vive, y actuar en consecuencia, es decir, como el protagonista de un cuento dónde todo vale, dónde los limites están demasiado lejos como para reparar en ellos. Ni somos Alicia ni estamos en el nuevo país de las maravillas, aunque nos maraville el aliciente de estar en un nuevo país. Pero sería injusto culpar sólo a los estudiantes descarriados que caminan, en algunos casos pastan, por la senda del erasmus. Es preciso recordar el daño de esa señora que antaño fue Paul Mcartney, cuando escribió "Let it be". Ese Déjalo estar o ser (nunca se me dio bien identificar y/o usar correctamente los verbos que copulan, pido disculpas) fue una de las causas de este desastre "erasmusniano". Y todo por una mala interpretación, como los nazis hicieron de Nietszche, como el pueblo llano hizo de las doctrinas de la Iglesia. Déjalo estar, es decir, tomálo con calma y afrontalo así, no déjate llevar, es decir, siempre a tope y ya pensaré mañana. Mal, muy mal, porque las prórrogas racionales no sirven cuando se coquetea con la locura, al borde del abismo del desparrame continuo.
Otra afección reconocible, muy ligada con la anterior, lleva el nombre poco acertado de "el peligro del why not". Está escrito en inglés porque es la lengua internacional, del imperio, pero también puede ser hallado como "Pourquoi pas?", "Perché no?" o "Porqué no?". Mi ignorancia y falta de valor me impide escribirlo en húngaro, de nuevo pido disculpas. La situación es la siguiente. Uno borracho, el del enfrente más, Vamos al lío, why not? Hay una fiesta en unas termas, alcohol, música, trajes de baño y muy poca higiene, pero promesas de sexo a raudales, why not? Otra fiesta, esta vez de toallas, poca ropa en general, una chica con serios problemas de personalidad, y decenas de hombres dispuestos a compartir esos labios (sólo los de arriba, gracias a la mediación de la amiga santa que vela por ella), Por qué no besar a más de 10 integrantes de la fiesta, todo en un tiempo récord? Si bien esto es un caso extremo, y no sucede todos los días, es un ejemplo del riesgo de actuar sin meditar. Suma y sigue. Una barra de bar, un chico apoyado, más bien aburrido, unos aperitivos salados, como unos palitos de unos 10cm, una desconocida que ve la acción, y que se apresura a él, el palito atrapado por dos bocas, el inminente final del palito,y el premio debajo de las sábanas, un tiempo más tarde. Why not? Y las palabras, el lenguaje verbal, restado, ninguneado por su ineficacia.
Alguno podrá defender lo anteriormente mencionado en el argumento de "es sólo un año", o "aprovechar la oportunidad". Yo he optado por retirarme a mi cueva, y sin pretender llamar la atención, ni creer que soy algo más de lo que me corresponde, me he propuesto retratar aquello que me parezca digno de ser compartido en esta comunidad virtual, para ti, para mí, porque ya sólo por sí mismo vale la pena. Why not?
Sólo queda concluir, y qué mejor manera que hacerlo desde la experiencia del tiempo, de los años vividos en circunstancias distintas, a veces adversas, de alguien que me ha enseñado mucho. Mi abuelo, que un día acertó a enseñarme unas sabias palabras.
Haz lo que quieras, pero piénsalo antes.